Poquísimas personas, habrán sido heridas con tal gravedad en
el pasado como para haber perdido su esencia sana, la capacidad de amar y de
transmitir amor.
Podemos contemplar nuestra infancia como un campo de entrenamiento
en el que, a resueltas precisamente de las insuficiencias de sus progenitores,
pudimos desarrollar recursos especiales.
Tal vez nos hicimos, a causa de las
dificultades vividas, especialmente fuertes, independientes, valerosas o
pacientes.
Estos recursos podemos utilizarlos hoy para darnos a nosotras mismas
la oportunidad de verter las lágrimas que no derramamos, aprovechar los
potenciales que no vivimos y admitir el agotamiento y la ira que no
manifestamos.
La mayor gratitud que podemos transmitir a nuestro padre y a
nuestra madre es vivir con gozo nuestra propia vida
RECONCILIATE CON TU INFANCIA de Ulrike Dahm